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SUME, rock y revolución desde Groenlandia

La creación artística, y particularmente la música, en un gran número de casos, nace y fluye de manera espontánea. No obstante, también es posible reconocer que esta característica no necesariamente es una verdad absoluta, ya que la creación musical no siempre obedece a la sola magia del azar, sino que también existen condiciones que “moldean” la inspiración, tal como sucede con un cauce de río en donde sus particularidades, imperfecciones y características propias, definen la forma y tiempo en que transitan sus aguas. Si hablamos de rock, esta analogía no significa un despropósito. Muy por el contrario, la evocación es parte inherente del proceso y no por ello se le debe asignar una condición maligna.

En las llamadas “propuestas”, resulta ineludible reconocer la presencia de ciertos conceptos que van conformando un crisol sonoro en donde elementos propios, como el entorno, lo nutren y enriquecen desde su más profunda esencia. Algunos lo llaman influjo, otros simplemente inspiración; lo cierto es que más allá de la denominación correcta – que a todas luces puede ser subjetiva -, estos aderezos pueden alcanzar un rol importante en el proceso creativo, los cuales van imprimiendo expresiones y matices que terminan siendo condimentos relevantes para la construcción musical.

En algunos lugares más que en otros, las circunstancias históricas, la política y los rasgos geográficos son elementos que marcan profundamente la definición musical de las bandas. Tal es el caso de Sume, el grupo de rock más importante de Groenlandia.

Si nos ceñimos a la tesis de los componentes externos que influyen en la música, el caso de Sume es un buen ejemplo de la importancia que genera esta circunstancia en las expresiones artísticas, dada las particulares condiciones que se emergen de lugares como Groenlandia.

Para entender este fenómeno hay que recurrir necesariamente a la historia. Tras la Segunda Guerra Mundial, Dinamarca asumió nuevamente la administración de esta alejada isla, por lo que el país adquirió la condición de un territorio políticamente más abierto que antes del conflicto. Así Groenlandia, en 1953, dejó de ser una colonia y adoptó un estatus similar a la figura de un “condado” danés.

En las décadas siguientes, hubo una expansión considerable de la infraestructura en la isla. Todo parecía caminar a la perfección. Sin embargo, aquel fulgor fue decreciendo desde el punto de vista territorial y de su desarrollo, generando un verdadero caldo de cultivo para el descontento social, elemento claramente político que se transformaría en el nuevo hilo conductor de la música local, esta vez asociado al pueblo y a la dolorosa memoria colectiva de un evidente declive.

Los coletazos de esta nueva realidad no se hicieron esperar y, de pronto, los groenlandeses se vieron forzados a realizar una vuelta de tuerca radical: adaptarse o sucumbir. Fue así como los antiguos habitantes de estos lugares iniciaron un proceso de redistribución de población a través de los pueblos y asentamientos restantes donde el costo de vida era evidentemente menor, lo cual permitía ofrecer a las familias una vivienda moderna y acceso a servicios como hospitales, escuelas y comunicaciones.

Por otro lado, desde el punto de vista de la educación y oportunidades, el panorama no fue muy diferente: cientos de jóvenes eran, en cierto modo, obligados a dejar su tierra para continuar sus procesos formativos en Dinamarca, lo cual acentuó esta tendencia a desvirtuar el arraigo defendido con tanta vehemencia por los lugareños.

En definitiva, las acciones estaban orientadas a asimilar el modelo danés pero en la práctica no era así, ya que las leyes mantuvieron los salarios desiguales a los de Europa y la lengua danesa fue promovida sobre el kalaallisut nativo; por lo que la implementación de estos elementos exógenos encendieron aún más la posición de rechazo por parte de la comunidad local, quienes al considerarse ciudadanos de segunda clase, comenzaron el camino de la “groenlandización”, exigiendo la reivindicación de la cultura inuit, su lengua e idiosincracia.

En este ambiente de descontento social nació Sume (cuyo significado en lengua nativa es “donde”) en 1973, con su canto de protesta, quienes rápidamente hicieron propio el sonido de esta revolución político-cultural, lo cual quedó plasmado en su disco debut “Sumut”, producido por el sello Demos, una editorial socialista y antiimperialista de Dinamarca. El grupo estaba integrado por Malik Høegh (guitarras, voz), Per Berthelsen (guitarras/voz), Hans Fleischer (batería) y Erik Hammeken (bajo).

La compañía discográfica detrás del lanzamiento tenía una impronta explícitamente política. Y ni hablar de las letras del disco (en lengua nativa), las cuales criticaban con profundo malestar y sarcasmo el imperialismo danés. Este telón de fondo generó, probablemente, el efecto de fortalecer los mensajes políticos en la música de Sume y, por cierto, el propio circuito de la banda, el que a esas alturas se había incrementado notablemente en cuanto a seguidores.

Es así como la propia portada de “Sumut” resultó ser una verdadera provocación, ya que se trató de una copia de un grabado hecho por el artista Aron de Kangeq en 1860, el cual representa una escena del mito local en donde la figura legendaria Qasapi (un especie de bestia mística groenlandesa) arranca el brazo del colonizador nórdico Norsemen Uunangortoq, lo cual lógicamente se interpretó como una oda a la resistencia. La contraportada del LP, en tanto, correspondía a una imponente caravana de canoas inuit surcando las frías aguas del territorio, lo cual también evocaba de manera más que potente la rica cultura local que siempre defendieron los músicos.

La música de Sume tuvo un enorme impacto popular. “Sumut” fue la primera música rock de la isla y claramente marcó un rol preponderante en el “renacimiento groenlandés”, adoptando en cierto modo la bandera de la revolución, lo cual tuvo profundas repercusiones en la escena musical local durante los años venideros. Ciertamente, el disco sentó las bases de la reivindicación” de la música popular de la isla.

Las letras del disco se inspiraron principalmente en temáticas locales y de un contexto absolutamente groenlandés, y para dicha construcción se valieron del lenguaje figurativo y de la metáfora para expresar las demandas y el despertar cultural en Groenlandia.

Los temas dan testimonio de una época en el que el proceso de implementación del modelo pro danés era visto como una amenaza inminente para la identidad local y el derecho de la población a sostener su cultura, elemento que inspiraría posteriormente a otros músicos locales para realizar música con identidad propia, respetando, por cierto, su idioma. Conscientes o no, la música  de Sume se iría transformando en la bandera de revolución de la isla.

“Sumut” se inicia con Pivfît Nutât / Nye Tider (nuevos tiempos), tema que sería recordado como un magnífico himno de la agrupación, de sólida base rock, potentes riffs y diálogos de guitarra a cargo de Høegh y Berthelsen, los que ciertamente musicalizaban de manera perfecta la protesta poética y de esperanza del pueblo inuit descritos en las letras de Hoegh.

Once son las composiciones que conforman el disco grabado en los estudios Rosenberg, establecido en 1971 por Ivar Rosenberg en la ciudad de Copenhague: temas cortos, precisos y melodiosos, con fuerte impronta vocal. A la base del cuarteto, se sumaron músicos invitados como Jørgen Lang (harmónica), Ole Host (saxo), Thor Backhausen (órgano, flauta) y Kaj D. Holm (violín), mientras que la labor de producción del disco estuvo a cargo de Karsten Sommer, reconocido productor/presentador de televisión danés y fundador del sello musical Ulo de Groenlandia.

Después del abrumador éxito de “Sumut”, la banda realizó en 1974 su segunda entrega, denominada “Inuit Nunaat” (Demos 20), un trabajo, por cierto, con los méritos suficientes para estar a la altura de su predecesor y que marcaría también el ingreso a la banda del baterista Hjalmar Dhal y del bajista Emil Larsen.

Musicalmente, la banda mantiene la fórmula de “Sumut”, sin embargo, a partir de esta nueva placa, se observa una mayor presencia de teclados (además de los siempre presentes riffs de guitarras que caracterizan la música de Sume), incluyendo el uso del sintetizador moog en el tema Højsommer, lo cual confirmo la búsqueda permanente de nuevos horizontes musicales por parte de la banda.

Fieles a su estilo, Sume proyectó en este disco una suave evolución musical, manteniendo esa raíz folk que tanto éxito había generado en su primer álbum. Destacan en esta nueva placa, composiciones como “Kiisa Puigulertorpagit!” / “Omsider Kan Jeg Glemme Dig!”, “Takornartaq / Den Fremmede, Sulutit” / “Dine Vinger” y la extraordinaria “Qullissat”, una tremenda canción de estructura progresiva clásica y que, por primera vez en la receta de los músicos, alcanza los casi 6 minutos.

En 1977, el grupo irrumpió con su tercera obra, un disco homónimo (esta vez editado por el sello Ulo), el más progresivo de la banda, incorporando incluso el uso de mellotrón, y que además marcaría el regreso de Hans Fleischer en la batería.

Púke / Puk, el tema que inicia el disco, es ciertamente uno de los mejores temas de la obra y posterior himno de Sume; junto a otra canción no menos impactante, com0 Inúnek / Livet, composiciones en donde destacan los fascinantes arreglos de guitarra de Høegh y Berthelsen, reflejando lo que fue la cúspide compositiva del grupo.

El lado B del LP comienza con Kalâliuvunga / Jeg – Grønlænder, canción que parte con un relato inuit y luego se matiza con la sonoridad clásica de Sume, en lo que sería tal vez una de las composiciones más conocidas de la banda.

A pocos meses de la edición del disco, Sume decidió separarse, sin embargo, años posteriores serían testigo de varias reuniones, hasta 1994, cuando editan “Persersume”, una obra que marcaría su regreso, esta vez con formato de septeto que incluía a Emil Larsen (bajo), Hans Fleischer (batería), Hjalmar Dahl (percusiones), Sakio Nielsen (teclados) y los guitarristas Karl Sivertsen, Per Berthelsen (principal), Malik Høegh (guitarra doce cuerdas y voz).

Más de cuatro décadas después que “Sumut” apareciera en las estanterías de las tiendas musicales, la banda protagonizó “Sume: El Sonido de una Revolución”, una película dirigida por Inuk Silis Høegh. El documental de 73 minutos, junto con mostrar valiosos archivos de presentaciones en vivo de la banda e imágenes de la época, narra la historia del grupo y su efecto sobre la política de Groenlandia, relatada por los propios miembros y sus más cercanos.

Sume, emulando aquellos hielos milenarios que inspiraron su nacimiento, hoy continúa presentándose en vivo, ratificando el espíritu indomable que marcó su carrera y que, ciertamente, contribuyó de manera relevante al despertar cultural y la reivindicación social de su territorio. Todo ello, gracias a las notas y las letras que alguna vez salieron de los corazones valientes de estos músicos de resistencia.

  

Por Juan Barrenechea H. 

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