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La pesca a mano en Millahue

Desde tiempos pretéritos el perfeccionamiento de la técnica le ha permitido al hombre la consecución de complejos desafíos. Uno de ellos es la pesca con las manos, ejercicio que aunque parece un imposible, en localidades de Hualqui, como el caso de Millahue, aún puede observarse y, lo más increíble, ratifican el hecho que la capacidad humana puede ir más allá de lo evidente.

La pesca con las manos es una tradición sorprendente, aunque no muy conocida. De hecho, no es exclusiva de nuestra región o país. Existen experiencias similares en Brasil y Perú, por lo que podría hablarse de una adecuación espontánea del ser humano ante una necesidad básica. Sin embargo, resulta innegable que el ejercicio es altamente peculiar y requiere de la máxima habilidad del pescador.

El secreto de pescar sin caña ni redes, sino con el uso exclusivo de esta extremidad del cuerpo, tiene una fuerte ligazón con el conocimiento empírico. Se trata, básicamente, de conseguir la pesca aprovechando el relieve y los bordes (padrones) de los ríos poco profundos, en sectores llamados “cuevas”, que es donde generalmente se refugian peces como la perca trucha o arco iris.

Uno de los exponentes de esta peculiar técnica es Mauricio Pino, cuya familia hualquina ha transmitido esta peculiar manera de pescar de generación en generación. “Esto nos fue enseñado por nuestro abuelo, por lo que desde niños lo venimos practicando”, comenta mientras observa cualquier movimiento que pudiera generarse en el fondo del río.

La técnica, que parece sencilla, no lo es tanto. La base de éxito es el tacto y la paciencia, en donde el pescador va moviéndose lentamente por el borde del río utilizando sus manos para “tantear” al pez. Una vez descubierto (generalmente se toca el abdomen) se agarra de sorpresa, asegurándolo de las agallas, movimiento que requiere el “coqueteo” propio con el ejemplar.

Parece increíble, pero los cierto es que acompañé a Mauricio y a su hermano en una de sus expediciones al sector de El Raudal, en donde fui testigo como este ágil “pescador” se hacía de enormes ejemplares de trucha en un lapso prudente de tiempo. El más grande pesó casi 3 kilos.

Mauricio cuenta que la técnica generalmente surte efecto (en los pescadores experimentados, claro está) y que la mayoría de los casos no es peligrosa, a menos que el intrépido pescador se tope con un coipo más o menos grande, especie que sí puede hacer “un cariño” al ser molestado. A parte de ese “pequeño” detalle y algunos rasguños producto de rocas y zarzas, el proceso de pesca es bastante tranquilo.

En algunas ocasiones, el pescador necesita de la ayuda de otra persona para mantenerlo sumergido, presionándolo con la pierna, a modo de que no salga a flote con facilidad. Esto ocurre, sobretodo, cuando se trata de cascadas o rocas, cuyas “cuevas” o moradas de peces se encuentran muy escondidas.

Tal fue el caso de esta expedición, ya que una de las cuevas se encontraba bajo una tupida mancha de quilas, quedando el cuerpo prácticamente oculto por la vegetación circundante tras la inmersión.

Curiosamente en dicho lugar se consiguió un bonito ejemplar de trucha arco iris de dos kilos. Toda una proeza que requirió del esfuerzo en conjunto de los experimentados pescadores. Según los expertos, estos ejemplares grandes difícilmente pican con anzuelo, por lo que la pesca de manos es la única forma de llevarlos al sartén.

Al retirarse del río, Mauricio comenta “sabemos que es una tradición que se está perdiendo. La gente prefiere usar las cañas, pero nosotros continuaremos la vieja receta de nuestra familia. Nunca nos ha fallado, así que para nosotros el éxito a través de esta forma está garantizado”.

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