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Agua del Obispo, manantial episcopal

Ubicado al costado del camino une las comunas de Hualqui con Chiguayante y junto a la línea férrea, el “Agua del Obispo” se alza como un vestigio distintivo del pasado hualquino y su alma de pueblo.

La caída de agua, íntimamente ligada al ferrocarril, fue ampliamente conocida por las personas que viajaban a través de este medio, dada la imagen imponente que provocaba este caudal cristalino proveniente del cerro.

Según el Obispo canónigo penitenciario de la catedral penquista y vicario capitular de Concepción, monseñor Reinaldo Muñoz Olave, la historia del lugar tiene su origen a finales del siglo XVII.

En su libro “Rasgos Biográficos de Eclesiásticos de Concepción” 1552-1818, la biografía del Obispo de La Concepción, José de Marán (1780-1795) describe un episodio ocurrido mientras el prelado diocesano regresaba a Concepción, tras su tercera visita apostólica a la diócesis.

En la obra se narra: “Después de una ardiente jornada de verano, hizo un alto con su comitiva en un paraje poco distante el pueblo de Hualqui para tomar un corto descanso bajo el ramaje de algunos corpulentos robles que ofrecían una amigable sombra”. (*)

El prelado continúa la descripción del lugar con lujo de detalles, evidenciando la fascinación que provocaba la caída de agua en los presentes. “Junto casi a la comitiva brotaba una fuente de agua cristalina y pura que de sólo mirarla se hacía apetecible, y tanto más cuanto que, con el suave murmullo que la corriente producía entre las piedras, se ofrecía espontáneamente llamando la atención de los viajeros, fatigados por la marcha y el calor”.

El relato brinda aún mayores antecedentes: “Adelantándose uno y tomando un vaso de agua del mismo manantial, lo pasó al obispo, quien bebió con fruición hasta la última gota de aquella agua que le refrescó hasta el alma. Bendito sea Dios -exclamó el Obispo -, que en su sabiduría supo dar tal majestad y belleza a estos encantadores paisajes y bendito sea porque en su bondad le dio a la tierra tanta fecundidad para producir de sus entrañas este purísimo manantial. Bendiga el cielo -dijo- esta fuente, así como la bendigo yo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Hoy, el “Agua del Obispo” continúa siendo una postal imperdible de Hualqui, aunque con un caudal mucho más reducido que el de antaño y junto a ella se mantiene los restos del antiguo dispensador de agua para locomotoras que resiste a pie firme el paso de los años.

(*) Leyendas y Tradiciones Penquistas – Fernando Campos

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