Las despedidas son duras, sobre todo cuando te separas de un hijo (a). Es como una herida desgarradora en el alma.

Un adiós temporal, pero por muy  pasajero que sea, duele y finalmente te quiebra, por más entereza que tengas acumulada. Luego viene la tristeza y el vacío, que muchas veces comprime tu corazón al punto de exigir al máximo su resistencia.

Hoy tuve que afrontar esa experiencia con mi hija Aline, quien dejó su nido para encontrarse con su nuevo desafío profesional en España, concretamente en la bella Madrid.

Sé que le irá tremendamente bien porque es una guerrera, con un talento innato en lo que hace. Ya lo demostró en su tierra, por lo que ahora la vida le entrega esta oportunidad de complementar sus conocimientos y experiencias en Europa.

Mi pequeño retoño. Estoy con el corazón partido, pero a la vez inflado de orgullo. Te amo hasta la eternidad y sé que llegarás lejos. Nunca olvides que los desafíos hacen la vida interesante y superarlos la hace significativa.

Te lo mereces mi tejoncito…