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Mugen, la sinfonía de la luna

Cuando nos referimos al rock progresivo japonés, es casi ineludible acercarse a ciertos elementos distintivos. Lo primero, y quizás más trascendente, es que de sus notas se desprende una marcada preferencia por los largos desarrollos instrumentales y el sofisticado uso de los teclados como eje compositivo, recursos que resultan ser piedra angular de sus propuestas, también marca un aspecto diferenciador el uso de su lengua nativa para acompañar sus excursiones musicales, aunque muchas veces esta característica lleve a asociarlos a la estética “anime”. Un tercer elemento pudiera ser una disciplina irrestricta en lo que al concepto de la belleza onírica se refiere, expresado en la creación de viajes y mundos de ensueño: rasgo muy bien adaptado del sinfonismo inglés.

Estas descripciones pueden ser, a todas luces subjetivas y quizás no revelan de manera contundente la sonoridad progresiva nipona en plenitud, dada la riqueza propia que experimentó dicho país en sus diversas vertientes musicales; no obstante, pudieran expresar estilísticamente lo que uno de sus mayores exponentes buscó transmitir durante su carrera. Este émbolo es Mugen, un verdadero ícono del rock progresivo japonés de los 80’s.

Sesión de grabación de “Sinfonía della Luna” captada en 1983

El grupo fue fundado en 1978 por Katsuhiko Hayashi (teclados) y Takashi Nakamura (voz y teclados), quienes desde un principio (a partir de su paso por la secundaria Rakuyo-Kogyo de Kyoto) evidenciaron una fuerte influencia de grupos como Genesis, Yes, de la escuela italiana setentera o el propio King Crimson, brindando eso sí un espacio considerable a la búsqueda de una sonoridad propia, la cual posteriormente se transformaría en el “sonido nipón” característico, por cierto, de la década en la que desplegaron su música y sus obras.

Con la llegada del bajista Akira Kato y luego del baterista Masaya Furuta, la banda, que en aquel momento ya había adoptado la portentosa denominación de Mugen, procedió a grabar su primer disco “Sinfonia della Luna”, proceso que se desarrolló entre noviembre de 1983 y febrero de 1984, y en el cual también se incorporaron Kunihiko Yamazaki (voz), Takako Morita (voz y teclados) y Makoto Kaminishizono (guitarras) como músicos invitados.

El álbum, cuyas letras y arreglos fueron creación de Hayashi, alcanzó gran notoriedad al punto de ser considerado hoy como una obra referencial del rock progresivo japonés, donde destaca su enfoque neoclásico, revitalizado por el sabio uso de los sintetizadores, los que – junto a la presencia de delicadas guitarras-  van conformando pasajes sonoros de intrincada belleza y pomposidad, evidenciando del mismo modo el innegable influjo genesiano (Tony Banks).

Las incursiones de mellotron también brindan distinción a la placa, la cual va transportando al oyente a distintos ámbitos de sensaciones como se expresa en el tema homónimo que abre el disco, plagado este último de estructuras fastuosas muy recurrentes en el sonido japonés de los 80’s. Mención aparte también para la cálida voz de Takashi Nakamura (principal), la cual se complementa perfectamente con la propuesta.

Cabe destacar que la primera edición corresponde a un prensaje en vinilo realizado por la propia banda en 1984. Luego, en 1986, Made in Japan Records plasmó una versión remasterizada de la obra, tanto en LP como en CD, la cual incluyó además una adecuación al arte del disco. En el caso de las ediciones en compact disc, la reconocida disquera francesa Musea, también contribuyó con una versión remozada en 1997. Tanto esa tirada como la de Made in Japan cuentan con el bonus track “Leonardo”, el cual no aparece en las ediciones de acetato, ya que corresponde a la cara B del single “Winter Dream”, un siete pulgadas lanzado como edición limitada en 1986.

Tras el reconocimiento obtenido por “Sinfonia della Luna”, la banda dio un salto sustantivo en su carrera con su segundo disco “Leda et le Cygne”. Acompañados en esta ocasión por músicos de Novela (otro coloso nipón del género y contemporáneos), Ryuichi Nishida y Ryuji Sasai, en bajo y batería, respectivamente, la ya consolidada dupla Hayashi y Nakamura congrega además a otro selecto grupo de músicos invitados para brindarle un cuerpo aún más portentoso a la propuesta. Esta vez los convocados fueron Takashi Kawaguchi en violín (Outer Limits), Kazuhiro Miyatake (flauta) e Ikkou Nakujima en guitarra acústica (ambos de Pageant), quienes aportaron desde sus miradas nuevos matices al ya rico crisol musical de Mugen.

El disco fue editado por Nexus/King Records para su versión en LP y por Crime para su aparición en CD, en 1989. Aunque hay que señalar que Spalax también lo editó en este mismo formato, en 1994, con el objetivo de apuntar y cubrir el mercado europeo.

Set de teclados utilizados para grabar “Ledda et le Cygne” en 1985

La obra cuenta con 7 composiciones, todas ellas provistas de elaboradas construcciones orquestales provistas de finos matices y pasajes dramáticos, pero con aderezo de las grandiosas contribuciones ejecutadas por parte de los músicos invitados, quienes terminan por revitalizar la propuesta y refrendar a “Leda et le Cygne” como otro relevante capítulo en la carrera de la banda.

Respecto al concepto, la inspiración del disco fue tomada del mito de Leda, esposa del rey Tindáreo de Esparta. La historia señala que mientras ella se bañaba en un estanque cercano al río Eurotas, fue seducida y poseída por un gran cisne de llamativa blancura. En el mito, dicha ave era nada menos que Zeus, que con este artificio conquistó a Leda. Más tarde, y producto de esta relación, ella concibió dos huevos: en uno de ellos estaban Helena y Poliudeuces, también conocido como Pólux (hijos de Zeus, y por tanto inmortales); y en el otro, Cástor y Clitemnestra (mortales, hijos del rey espartano). Cástor y Pólux serían conocidos como los “gemelos celestiales”, y llegarían a ser muy recordados por transformarse en los célebres “Dioscuros”, los patrones de los marineros, quienes fueron especialmente honrados en Esparta y en Roma, ciudades que siempre contaron con una tradición probada en términos de expediciones y guerras.

El disco logra sus puntos más altos con temas como “Leda et le Cygne”, “Salomé”, “Edmond’s Old Mirror” y el fantástico “Kamira”, composición cadenciosa que refleja a la perfección la esencia de Mugen; concluyendo el viaje con una sobrecogedora adaptación de “Pavane Pour une Infant Défunte”, pieza para piano escrita en 1899 por el músico francés Maurice Ravel, que cierra de manera elegante y distintiva esta segunda entrega del grupo.

“The Princess of Kingdom Gone” es la tercera y última placa de la banda. Esta fue lanzada al mercado por Made in Japan en 1988 y, curiosamente, a juicio de muchos fans, este registro no logró colmar del todo las expectativas generadas por sus predecesores.

La verdad es que esto último puede ser discutible. De hecho, los medios consideraron este tercer episodio como un muy buen disco, sobre todo en lo que al hilo conductivo de sus obras anteriores se refiere, ya que éste nuevamente nos adentra en un mundo fantástico dominado por las irrupciones permanentes de teclados como el Prophet-5, Poly-6, Mini Moog, BX-3 con Leslie y el infaltable Mellotron.

Para este álbum, Hayashi y Nakamura otra vez apelan al ya comprobado “modelo colaborativo japonés”, sumando al baterista Kazuo Katayama y al bajista Shoei Matsuura, además de algunos invitados espaciales, como el guitarrista Taku Fuji (Magdalena) y Kazue Akao (vocalista de Terra Rosa).

La suite homónima, dividida en 4 partes, abre la placa con particular distinción. Rápidamente podemos percibir que el sinfonismo clásico es nuevamente el principal aderezo, lo cual se refuerza con las descargas de teclados análogos y sentidas líneas de bajo de los cortes siguientes, como “The Lady of Shalott” y “Legend of the Forest”, además del toque refrescante que aporta Fuji en su trabajo de guitarras.

Live Rehearsal at Silver Elephant – 1986

El álbum en general funciona muy bien de principio a fin y realza de buena manera el sentimiento que la banda quiso imprimir de sus inicios. Lamentablemente, la carrera de Mugen cerró con este tercer apartado del camino musical de la banda, quedando la sensación que el grupo podía haber entregado sin problema una nueva secuela con las ganas y calidad de siempre…pero definitivamente no fue así. Esto, porque su genio y mentor, Katsuhiko Hayashi, optaría por bajar el telón al grupo y finalmente se radicaría en Tokio para enfocarse como productor para Made in Japan Records y, más tarde, crear Garden Shed, su propia tienda especializada en venta de discos ubicada en el barrio de Shinjuku-Ku, la cual funciona hasta hoy.

Si de emoción y sinfonismo neoclásico grandilocuente se trata, Mugen es un fiel referente de esta concepción musical. Recorrer sus álbumes es internarse en un mundo cautivante, con cánones altos de belleza compositiva y, tal como su significado en japonés lo indica, evocan sueños e ilusiones que no pasan desapercibidos, especialmente para los seguidores del sonido bombástico del progresivo emanado desde los confines del sol naciente.

(+) Agradecimientos especiales a Takako Hayashi por la cesión de fotos inéditas de la banda para acompañar el presente reportaje.

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