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Estocolmo, la bella

Tras algunas horas de vuelo desde Marsella, las alas del destino me llevaron por fin a Estocolmo, ciudad capital de Suecia de encantadora belleza y un destino prioritario en mi agenda.

Las expectativas que tenía para este primer encuentro se quedaron cortas. Y es que desde el primer paso en el aeropuerto de Skavsta, distante a unos 100 kilómetros al sur de Estocolmo, la impresión no es otra que de profundo encantamiento.

Ciertamente, el rótulo de “la Venecia del norte”, no resulta una exageración, pese a las características distintivas que existen entre ambas ciudades, existe un aura que las asimila, sobre todo en lo que refiere a sus rutas fluviales y los puentes que comunican su intrincado asentamiento.

Mi destino era el barrio de residencial de Nacka, municipio perteneciente a la provincia de Estocolmo. Allí pudimos convivir con una familia chilena maravillosa y hospitalaria, además de relacionarnos con una gran cantidad de compatriotas que hicieron de esta ciudad su segunda patria.

Resulta imposible no rendirse ante la majestuosidad del caso antiguo de Estocolmo. Desde la “Gamla Stan” (ciudad vieja), que equivale al corazón histórico de urbe y que corresponde a una pequeña isla del centro de Estocolmo, donde nació la ciudad y desde la cual se extendiendo la ciudad.

El muelle de Slussen, Djurgården y Östermalm son algunos rincones imperdibles de la ciudad, todos ellos mágicamente impregnados por el deseo de preservar la historia y los rasgos distintivos de la nación escandinava.

Por otro lado, al sur del lago Mälaren está Södermalm, otro barrio digno de visitar, en su calidad de vecindario obrero.

Uno de los más aspectos más enriquecedores de esta visita a Estocolmo fue sin duda el reunirse con grandes amigos como Stefan Fredin y los muchachos de Trettioariga Kriget en Saltsjöbaden, barrio ubicado al sur de la ciudad. Así como el encuentro con otras ilustres personalidades de la escena musical sueca, como el caso de Stefan Dimle, ex bajista de Landberk y dueño de la tienda Mellotronen Records, quien gentilmente me obsequió un vinilo de su nueva banda Paatos. En dicha ocasión también pude conversar un ratito con Peter Nordins, baterista de Anekdoten, además de un carrete genial con música en vivo de los Kriget en el club Alkazar de la ciudad.

Aparte de los encuentros musicales, mi paso por Estocolmo me permitió reunirme con mi primo Carlos Barrenechea, quien reside en la ciudad hace ya más de 30 años. Un momento mágico, sin duda, toda vez que no existe sentimiento más profundo que el cariño de familia, sobretodo cuando te reencuentras después de tanto tiempo.

A pesar del poco tiempo que tuvimos para compartir, nos las arreglamos para recorrer parte de Estocolmo, conocer el estadio del Hammarby y compartir una rica cerveza nórdica en el centro de ciudad.

Debo ser sincero y reconocer que Estocolmo ha sido una de las ciudades más encantadoras que me ha tocado visitar. Y ciertamente, más temprano que tarde, espero poder regresar para recorrer nuevamente las calles de esta maravillosa urbe bañada por aguas dulces y saladas provenientes del imponente lago Mälaren y el siempre cautivante Mar Báltico.

 

 

 

 

 

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