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El combate de Pileo

Freire se propuso devolver la mano a Benavides, y el 6 de diciembre hizo pasar el Biobío al capitán de ingenieros Pedro Kursky con una pequeña compañía de zapadores que él mismo había organizado para la defensa de la plaza, 10 cazadores de la escolta y 50 fusileros.

El plan de Freire era que Kursky, arrollando cuanto encontrase a su paso, llegase por la margen austral del río hasta la subdelegación de Pileu, y procurase arriar algún ganado, pues la población de Concepción, moradores y soldados, estaban muriéndose de hambre, haciendo ya muchos días que los últimos no tenían más ración que unos cuantos puñados de trigo.

Era también una circunstancia melancólica pero característica de aquellos tiempos, la de que los vecinos habían levantado entre sí una suscripción para proporcionar a Kursky los medios de acometer su empresa.

El bravo polaco tuvo un éxito completo en su intento de abastecer la ciudad. Pasó a cuchillo, con evidente crueldad, la guarnición de Pileu que se componía de 15 hombres, y su una arriada considerable de vacas y se preparó para regresar con su rico botín por aquel mismo vado.

Más, mientras aquel intrépido oficial vadeaba el río por Pileu el día 6, una escuadrilla de 38 balsas, llevando cada una seis soldados, se había dirigido de Santa Juana a Talcamávida, y atacaba la guarnición de esta plaza, compuesta de 25 fusileros a las órdenes del teniente del N°1 don Dionisio Vergara y del guerrillero Chavez. Como en todos los casos análogos de esta feroz y heroica yerra, los soldados haraposos de la patria, rechazaron a punta de lanza y bayoneta a los agresores, y los obligaron a repasar el río dejando en la ribera 20 cadáveres.

Sucedía, pues, de esta manera que mientras Kursky hacía sus últimos aprestos para volver a cruzar el río, venía retirándose sobre el sitio que él ocupaba en Pileu la infantería rechazada en Talcamávida, al propio tiempo que los centinelas de Concepción veían pasar a todo escape frente a San Pedro una columna de más de 200 jinetes en dirección a Pileu. Al recibir esta noticia, Freire había montado a caballo y galopado cinco leguas a toda brida para tomar las providencias que la crítica situación de Kursky iba a exigir.

Llegado al vado, envió inmediatamente por al valeroso extranjero para que se retirara, embarcándose en dos lanchas que tenía atadas a la orilla y echando antes las vacas y jinetes al río. Pero en nada pensaba menos el capitán Kursky que envolver la espalda al enemigo. Diciendo a los suyos que los soldados de la patria “no huida delante de ladrones”, cargó con la mayor intrepidez sobre la columna que llegaba de San Pedro, y por dos veces la rechazó hacia los bosques; y la abría sin duda más sido del todo, si en ese mismo momento no hubiera llegado por su retaguardia la tropa que venía retirándose de Talcamávida y que con su aparición lo puso entre dos fuegos. No se acobardó por esto el oficial patriota, y al contrario, lanzándose en medio de los enemigos, pereció con la muerte de los héroes junto con 30 de sus compañeros. De los demás, unos pocos salvaron a nado y otros murieron ahogados o de sus heridas, sin que su consternado general pudiera prestarles el menor auxilio desde la opuesta orilla. Felizmente, se levantó de improviso una espesa neblina, y gracias a su protección pudieron escapar algunos fugitivos de los tiros que desde las barrancas les hacía el enemigo vencedor.

Extraído de “La Guerra a Muerte” / Benjamin V. Mackenna

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