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Una planificación territorial sustentable

Nuestro planeta experimenta un peligroso transitar. No existe duda de aquello. En materia medioambiental, por ejemplo, somos herederos y, muchas veces, copartícipes de una acentuada “inconsciencia”, al extremo que esta apatía nos está situando en un estado bastante cercano al punto sin retorno.

No se trata de pregonar el apocalipsis ni mucho menos. Sin embargo, a la luz de este futuro incierto, el fortalecimiento de una nueva perspectiva en lo que se refiere a la planificación sustentable de los territorios resulta evidentemente imperioso, sobretodo en lo que podríamos denominar como un cambio de paradigma o enfoque que pueda brindar cabida los ecosistemas urbanos y rurales, así como cada una de sus interacciones.

Hace poco, en una ponencia en la Universidad de Concepción que abordaba justamente esta temática, se discutía una reflexión a todas luces interesante y decidora: pasar de la urbanización de rural a la ruralización de lo urbano, entendiendo esto como la capacidad de mostrar una resiliencia verdadera al cambio climático. Y para ser honestos con nosotros mismos, esta transformación de arquetipo debiera veraz. Si es que efectivamente queremos “progresar” en armonía con nuestro entorno.

Bajo esta premisa surge entonces el concepto de la “infraestructura ecológica”, la cual debería expresarse en una planificación del mismo tipo y que guarde sincronía con la sostenibilidad de los territorios. Palabras muchas veces hermosas, pero que no siempre aterrizan en lo efectivo o concreto.

Pero hay que partir por algo, o más bien, sumar energías, ya que siendo justos, esta lucha comenzó hace ya bastante tiempo. Es así como algunos nos vamos enamorando de esta visión, por lo tanto asumimos la responsabilidad, desde nuestro roles y cargos, de poder “empujar” hacia este grado pleno de concientización e idea de cambio.

¿Hacia dónde enfocamos?.  Pues bien, tenemos un ejemplo y una oportunidad bajo nuestros ojos, ya que un buen ejemplo de aquello en el nuevo Parque Periurbano Nonguén, elevando recientemente a este rango, así como sus zonas de amortiguación y el paisaje de conservación del mismo, las cuales se encuentran bajo una amenaza brutal producto del abuso de la parcelación en las zonas colindantes y la discusión bizantina de la superficie mínima predial, entre otras variables que atentan directamente en su preservación.

Estos arquetipos cotidianos, así como muchos otros que se pudiesen también señalar, debieran llevarnos a la maximización de este nuevo enfoque. Como pueden apreciar, no es tan difícil confluir, por lo que estando claros deberíamos pasar al siguiente nivel. Aquí, inexorablemente, aparece la receta no siempre compartida del ¿cómo?.

Situados en esta transición relevante, surge entonces la necesidad perentoria de transparentar y “hacer efectiva” esta definición con la vida y su proyección hacia las nuevas generaciones mediante compromisos concretos (con menos retórica). La declaración de un “Gobierno Ecológico” es una buena señal. Brinda un poco de esperanza.

Este giro de timón del Gobierno Central debería también motivar a las gobernanzas locales a propender a estas nuevas miradas de manera efectiva mediante la revisión de nuestras propias normativas e instrumentos de gestión. Las comunas tienen mucho que decir y resolver desde sus propios territorios.

Aunque persista el riesgo inherente a la indolencia anteriormente señalada, azuzada por especulación y los intereses creados de ciertos sectores de la sociedad, no podemos perder de vista que estamos frente a una encrucijada absolutamente trascendente, pues se trata de la herencia a las nuevas generaciones, vale decir, hablamos de responsabilidad social, futuro y, en definitiva, de vida, desde su más pura esencia. En nuestras manos, actos y conciencia está buena parte del sello de nuestro destino.

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