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Mi primera cita con Europa

Los viajes son sin duda una de las experiencias más enriquecedoras de la vida. Si a eso conlleva trasladarse hasta Europa, la impresión doblemente fuerte. Y es que el viejo continente es ciertamente otro mundo. Resulta imposible no sobrecogerse ante la belleza inconmensurable de sus ciudades, que en su gran mayoría presenta un apego irrestricto por la historia y la identidad.

Mi periplo se inició el 20 de octubre de 2002 y consideró Italia, Francia, España, Luxemburgo, Suiza, Alemania, Holanda y Bélgica, países que pude recorrer en 40 días, los cuales ciertamente se hicieron cortos.

No puedo dejar de mencionar la grandilocuencia  de Venecia y Milano, el encanto de Treviso y la sublime prestancia de Roma. La belleza de la costa de Francia, la calidez de Sevilla, Jerez de la Frontera, Cadiz y El Puerto Santa María en España; el alma bizarra de Amsterdam, además de la impactante pulcritud de Colonia y Wurzburg en Alemania; Bruselas y Verviers en Bélgica son cuento aparte, los mismo ocurre con Lugano en Suiza.

En fin, creo que mi primer viaje a Europa me dejó una sensación de crecimiento personal importante, sobretodo en el plano profesional. Fueron días maravillosos, duros en algunos momentos, pero increíblemente positivos. Es por ello que el balance no puede ser otro: Diez de diez.

  

 

 

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