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“Wildhoney”, en el corazón de los sueños

La década de los ’90 fue un periodo distintivo en la música metal. Luego de abrirse paso con riff pesados y sonidos afilados en los ’80, vivió un proceso de consolidación indiscutible, pese a la carencia de espacios. Bandas, sellos, revistas y seguidores emergían en todos los continentes, haciendo de la escena de la música extrema un capo fértil para generación de sub estilos y derivaciones, siendo el doom metal una de ellas.

Este apogeo musical hizo propicio también algunos cambios de paradigmas. El inconformismo, parte substancial del movimiento, y la búsqueda de nuevas esferas sonoras, dieron vida a la innovación, cuyos primeros atisbos sucedieron en el epílogo del milenio. Esta manifestación rupturista comenzó a fraguarse en 1994, y uno de los responsables de esta nueva concepción exploratoria en el metal fue la agrupación sueca Tiamat, particularmente con su álbum “Wildhoney”, lanzado el 1 de septiembre de ese mismo año por Century Media.

Conscientes o no de las eventuales repercusiones, Tiamat dio la vuelta de turca total al concepto tradicional del doom death, rótulo con el cual fueron encasillados luego de la edición de “The Astral Sleep” y “Clouds”, sus dos discos anteriores de 1991 y 1992, respectivamente.

“Wildhoney” fue apuesta total y riesgosa, considerando el bien conocido “fundamentalismo hercúleo” de los fans metaleros respecto al estilo. La banda optó por dejar atrás sus impulsos más crudos para construir un paisaje introspectivo donde el metal se funde con lo psicodélico, lo atmosférico y lo espiritual.

Atrás quedaban las voces guturales, la distorsión y las afinaciones bajas de antaño, elementos que fueron reemplazados por exploraciones de tipo progresivas, con una remarcada influencia de Pink Floyd que, por cierto, era la banda favorita de Johan Edlund, guitarrista, vocalista y cerebro de Tiamat.

El disco abrió el camino para concebir en los músicos la noción de traspasar las fronteras del metal, una metamorfosis sonora que no pasó desapercibida, ya que un año más tarde, este “atrevimiento” sería compartido por otras agrupaciones del género, como The Gathering, a través de su disco “Mandylion” (1995); Cathedral, con su sabático “The Carnival Bizarre”; y Anathema, con “Eternity”, placa de 1996. Y no serían casos aislados: esto porque, con destellos similares de experimentación sonora, se encontraban otros nórdicos como Third and the Mortal, In the Woods y Decoryah.

Esta nueva concepción vanguardista sería también asimilada por otras agrupaciones en las décadas siguientes, conformado una suerte de escuela, lo cual queda de manifiesto con los posteriores aportes de Opeth, Katatonia y Green Carnation, entre otros.

Para poder avanzar hay que dejar algo atrás

“Wildhoney” es un disco que deambula entre géneros. Podemos confirmar que el metal sigue presente –evidentemente que sí–, pero ahora como un componente más dentro de una paleta de colores mucho más amplia, en donde convive el rock progresivo, ambient, folk, incluso electrónica primitiva, todo lo cual se entrelaza en un mismo hilo narrativo común, algo así como un portal a un universo de paisajes sonoros oníricos, introspectivos y profundamente espirituales.

El propio Edlund, en una entrevista concedida al medio MetalFan, lo sintetiza con total profundidad al señalar que “el disco apareció en el momento adecuado. Es un álbum seminal desde muchos puntos de vista, incluyendo las imágenes. Hicimos algo que no estaba permitido en el metal antes y esto ayudó a crear un nuevo género. No digo que el álbum fuera perfecto, pero fue el primero de su estilo. ¿Cuántas portadas de álbumes naranjas con soles no se lanzaron después de eso? El naranja era un color tabú en la escena del metal antes de “Wildhoney”, apunta con convicción.

Luego profundiza sobre la inspiración de la obra y su firme creencia en que la creación musical no debe sucumbir ante los encasillamientos.

“Floyd Pink fue una fuente de inspiración, sin lugar a dudas, pero también fue la libertad, ¿sabes?; la libertad de darnos cuenta de que podemos hacer lo que queramos.
De repente, nos dimos cuenta que la razón por la que comenzamos a tocar este tipo de música era porque pensábamos que no habría reglas. Como creíamos que no había reglas, podíamos entonces hacer lo que quisiéramos, y estábamos de acuerdo con eso. Pero, después de un tiempo, simplemente nos salimos con la nuestra y tratamos de hacer lo que sentimos. Creo que Wildhoney abrió un poco los ojos…”, enfatiza el vocalista y principal compositor.

Un viaje sonoro y espiritual

“Wildhoney” es una experiencia más que un simple álbum de canciones. Su estructura casi conceptual une cada uno de los temas con interludios atmosféricos que transportan al oyente a un lugar encantado, a un sueño lúcido.

Junto a Jonas Edlund, participan el bajista Johnny Hagel (único sobreviviente del line up del disco anterior), además de Magnus Sahlgren (guitarra) y Lars Sköld (batería). También colaboran en el proceso de grabación, el ingeniero de sonido y productor Waldemar Sorychta, quien también aporta con teclados, y músicos invitados como Birgit Zacher (voz adicional), mientras que el hermoso diseño de la portada e interior del disco corresponde al artista sueco Kristian Wåhlin (Necrolord).

Desde el tema homónimo que sirve de apertura, una introducción etérea con sonidos de naturaleza, hasta la majestuosa “Gaia” o la mística “Visionaire”, el álbum se asemeja más un viaje chamánico que una colección de temas tradicionales.

“Whatever That Hurts” es un cúmulo de fuerza sombría y sugerente, mientras que piezas como “Do You Dream of Me?” rozan una vulnerabilidad poética poco habitual en la escena de los noventa.

El disco trae consigo una verdadera joya como es el caso de “A Pocket Size Sun”, la más Floydiana y lisérgica de las canciones que conforman esta obra, composición que habla sobre a la búsqueda de la felicidad y el escape de la realidad a través de la imaginación, la cual está inspirada en la “Teoría del sueño” de los Senoi, un grupo tribal que habita en el macizo montañoso del Gedong Tahan (Malasia). Esta señala las bondades que conlleva el poder compartir los sueños para mejorar la salud y las percepciones cognitivas pues, de esta forma, el hombre aprende a controlar sus sueños para reducir el miedo y aumentar el placer.

La teoría expresa, respecto al mundo exterior y a los sueños, que éstos últimos son los que le dan forma a lo primero y que, cuando las imágenes no están bien formadas o bien interpretadas, se generan conflictos con el mundo exterior, trayendo como consecuencia desorganización mental y social.

El legado

“Wildhoney” fue aclamado tanto por la crítica como por los fans. Logró un considerable éxito comercial en Europa, especialmente en Alemania, e incluso fue nominado a un premio Grammy en Suecia, pero su mayor legado está dado en otra faceta: una anomalía hermosa que abrió nuevas posibilidades para el metal atmosférico y gótico.

Más allá de su estilo, “Wildhoney” representa un momento de valentía artística. No es solo un punto de inflexión en la historia de Tiamat, sino también una cumbre creativa dentro del metal alternativo. Es un álbum que invita a la contemplación, a la conexión con uno mismo y con la naturaleza. Una obra profundamente honesta, espiritual y atemporal, un viaje que, treinta años después, sigue resonando en los oídos y el corazón de aquellas almas intrépidas que se atreven a emprenderlo.

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