El año 2015, los tilos de la Plaza de Armas de Hualqui cumplieron una vida centenaria. Considerando este rasgo distintivo, no resulta un despropósito pensar que deben ser miles las historias que se han suscitado desde que el alcalde Luis Armando Méndez decidiera plantar estos nobles árboles en el principal punto de encuentro de la República Hualquina.
De acuerdo a los registros municipales, más de un centenar de tilos fueron plantados en 1915 con el objetivo de hermosear este espacio de reunión hualquino, a la usanza de otras plazas de Chile, a modo de ofrecer a futuro una protección natural a las altas temperaturas veraniegas típicas de Hualqui, gracias a su amplio follaje y buen volumen de crecimiento.
Pero con su iniciativa, el alcalde Méndez introdujo también un uso insospechado para este árbol perteneciente a la familia de las malváceas, un valor agregado que repercutiría positivamente en la siempre complicada economía de la corporación edilicia.
Y es que, probablemente, el edil jamás dimensionó el acierto de su decisión, ya que años más tarde esta determinación permitió generar un inyección extraordinaria de recursos al municipio, toda vez que, a mediados de los 30’s, el uso medicinal de su aromática flor, de la cual se reconocen propiedades tranquilizantes (somníferas, antidepresivas) y curativas para la gripe, además de efectos hepatoprotectores, generó importantes ingresos para las alicaídas arcas municipales, tal como queda consignado en el acta del 15 de mayo de 1937, documento en el que los regidores de la época expresan al entonces alcalde, Julio González, su consentimiento para invertir los recursos obtenidos por la venta de las flores tiláceas en el hermoseamiento de la propia plaza.
En 1939, el alcalde Tomás Mercado señaló en acta municipal que la venta de tilo del año dejó como utilidad la no despreciable suma de 6 mil pesos, recursos que fueron ingresados a la Tesorería Municipal y que permitieron resolver algunos de los problemas suscitados tras el fuerte terremoto acaecido ese mismo año.
Ya en 1942, el precio del tilo aumentó a 30 pesos el kilo, lo cual significó un aporte sustantivo al erario municipal, siendo la botica “Oriental” de Concepción el principal comprador. Ese mismo año, se le sugirió al alcalde Rubén Barrenechea, el riego constante y abono de los nuevos “tilitos” que fueron plantados en la Plaza de Armas, y que corresponden a una segunda etapa de plantación realizada por el municipio.
Hacia 1951, en el acta municipal del 1 de marzo, se dio cuenta a la alcaldesa María Saint-Jour de la recolección de 220 kilos de flor, cosecha que para entonces ya contemplaba un tipo de remuneración para los obreros que realizaban dicha función, los llamados “tomadores” de tilo.
Como mudos testigos del progreso del pueblo, estos patrimonios vivos de Hualqui (pese a la indiferencia y la falta de preocupación) han resistido estoicamente el pasos de los años, aunque algunos de ellos han sucumbido ante factores como las inclemencias del clima, tal como ha sucedido en los últimos inviernos, en donde varios ellos colapsaron producto de los fuertes vientos. Sin embargo, un grupo de ellos siguen indemnes, como elementos sustantivos de identidad de Hualqui.
Para algunos son simplemente árboles, mientras que para otros representan algo mucho más profundo, como es la historia de un pueblo y de su gente. Como sea, se requiere un mínimo grado de consideración hacia estos viejos y nobles gigantes de nuestra tierra.
Un plan de manejo efectivo con podas responsables, junto con un estudio fitosanitario para determinar su estado actual, así como la replantación en los casos necesarios, son acciones que debieran ser incorporadas por la autoridad comunal, considerando que, al ser parte de un espacio público, son justamente las corporaciones edilicias las encargadas de garantizar su subsistencia.
No cabe duda que se requiere voluntad y convicción para aquello, y por sobre todo respeto, algo que suena muchas veces como trivial, aunque la realidad, tristemente, nos evidencia que no siempre ha sido así, especialmente en el último tiempo.
Ha existido ingratitud, por cierto que sí, pero no podemos perder la esperanza. Eso sería tremendamente injusto para nuestros tilos. Hoy tenemos una tremenda oportunidad de reivindicarnos. Acción y consciencia es lo que se requiere para que la vida se abra paso y para que las nuevas generaciones, al igual que nosotros, tengan la oportunidad de disfrutar de la compañía de estos hermosos árboles.
2 Comments
Miguel
18/06/2013 at 00:00Excelente recopilación, muy interesante.
Gracias por esto.
Memo
03/11/2015 at 22:39La falta de fotografías de paisajes rurales y urbanos baja el nivel visual de quienes leemos. Pero eso sería explicable de alguna manera. Sin embargo, parece delito de leso periodismo no publicar distintos ángulos del río Bío Bío. Saludos y mis felicitaciones.-