Lo que sabemos a través de la historia es que Pedro de Valdivia no acumuló riquezas. Los costos de la Conquista de Chile minaron su escasa hacienda. Todas las veces que hubo que mandar mensajeros al Perú, por distintos motivos fracasaron en el cumplimiento de las órdenes.
El aislamiento en que se encontraba Valdivia, hacía lenta la consolidación de la conquista y anacrónicas las resoluciones que adoptaba en cuestiones de Gobierno.
La ambición de los súbditos de la corona, asentados en el Perú, lo decidió a viajar personalmente al país del norte para apoyar a La Gasca contra Pizarro, única posibilidad de conseguir dinero y hombres para la campaña. El oro extraído del Marga Marga, no era suficiente para los gastos de la Conquista de Chile.
Coincidente con aquellos hechos, se descubría, por parte de las armas españolas, los secretos lavaderos de oro de Quilacoya, donde el Gobernador puso todos sus medios en la tarea de extracción del preciado metal.
El oro, en grandes cantidades, nunca deja indiferente a nadie, menos en las circunstancias de pobreza en que se encontraba el Reino, razón por la cual se llegó a tener 12.000 hombres trabajando en este lugar. Según algunos cronistas contemporáneos, afirman que ha sido la empresa minera más grande de Chile en toda su historia.
Debemos imaginar lo que significa tener 12.000 personas en un par de kilómetros de río. Me refiero a los problemas de hacinamiento, alimentación e higiene y por supuesto control y disciplina. Casi era imposible impedir que diariamente escaparan grupos de indios con grandes cantidades de oro.
La situación era muy distinta a la de Marga – Marga donde la mano dura del vigilante, Gonzalo de los Ríos, mantenía la disciplina y la eficiencia en el trabajo.
Quilacoya era mucho más rica que su par de Marga – Marga, pero la ineficiencia en su administración la hacían menos productiva. Valdivia confió en mucha gente para levantar la producción de aquella mina cedida a su persona por Real Cédula (Decreto)
Por Quilacoya pasaron entre otros, el Capitán Gómez de Almagro (los Catorce de la Fama); también Diego del Oro, a la postre Corregidor de Concepción, pero fue un encomendero y amigo personal, en quien confió la custodia de su creciente fortuna propia incrementada onza a onza, con la finalidad de proteger y asegurar el futuro de su familia, que ya había mandado a traer desde España. Este encomendero era Lope de Landa quien, por encomienda, mantenía cerca de 400 indios trabajando en Quilacoya.
De aquí se desprende referido a los pendones reales que eran estandartes confiados a Valdivia por mandato y empleados exclusivamente en la toma de posesión de tierras en nombre del monarca, a los cuales se le agregaron las insignias del Gobernador que cumplían los mismos objetivos. Confió, en ocasiones, estos emblemas a Jerónimo de Alderete y al Capitán Pastene para que en su nombre, tomara posesión de las tierras que encontrara hacia el sur.
Pero esos emblemas bordados en oro y plata sobre alguna sofisticada seda oriental, con el Real Sello y el Sello del Gobernador del Reino de Chile, físicamente se encuentran perdidos.”
En Museos Militares, además del Histórico Nacional, se encuentran insignias de Unidades Militares españolas, Gobernadores, Buques y emblemas nobles, pero los auténticos de don Pedro no existen. Pudieron ser destruidos por los indios o en algunos de los terremotos e incendios acaecidos en este sur chileno.
El Arcón, con las barras de oro de Quilacoya, barras de plata, joyas, objetos personales, cartas y documentos faltantes referidos a la conquista peruana y chilena y – según la leyenda no desmentida – los Pendones Reales, fueron guardados en este gran Arcón, cerrado con los sellos de cobre y conjurado por una machi, amiga de Valdivia, con una maldición para que no fuera abierto por nadie que no llevara su sangre.
Este Arcón fue entregado en custodia a Lope de Landa, quien es también tragado por el paso de los años, perdiéndose su existencia en este tiempo misterioso.
Sólo sabemos que Pedro de Valdivia murió dejando una gran deuda las arcas reales, que fue pagada con las pocas propiedades y pertenencias. Su familia, durante el viaje a América se enteró, en alguno de los puertos, que Valdivia había muerto a manos de los indios.
García Hurtado de Mendoza, su sucesor, esperó la llegada de la viuda informándole que no había heredado nada de su esposo por la deuda que éste había mantenido con la Corona. Doña Marina Ortiz de Gaete, ignorante del Arcón con el tesoro guardado por su esposo y custodiado por Lope de Landa, volvió a España en la más absoluta pobreza”.
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